Buscamos tres autos: dos serían usados como distracción y uno con suficiente capacidad de carga para sacar al grupo con mayor facilidad. No teníamos margen para errores, así que nos aseguramos de elegir vehículos en buenas condiciones y con suficiente combustible.
Después de una breve búsqueda, preparamos los autos para llevar a cabo el plan. La patrulla de Rick quedó escondida en el camino a la cantera, establecida como punto de reunión en caso de que algo saliera mal. Distribuí las provisiones de forma equitativa: una mochila para cada uno, con lo esencial para sobrevivir en caso de que nos viéramos obligados a separarnos. No podíamos darnos el lujo de estar desprevenidos en medio del caos.
Con todo organizado, nos pusimos en marcha. Morgan y Rick fueron los primeros en entrar. Encendieron las alarmas de los autos, asegurándose de atraer la mayor cantidad de caminantes lejos del centro. Observé a las figuras tambaleantes alejarse en dos grupos distintos, siguiendo el estruendo de los motores y las bocinas. Ahora solo necesitábamos que Rick y Morgan se mantuvieran en movimiento el tiempo suficiente para despejarnos un camino seguro.
Esperamos en silencio. Conté los segundos en mi cabeza, midiendo el tiempo que tardaban en dispersarse los caminantes.
Cuando las alarmas finalmente se desvanecieron en la distancia y los caminantes se dispersaron lo suficiente, me giré hacia Amy.
—Vamos —dije en voz baja.
Ella asintió de inmediato, pero capté el ligero ajuste de su postura, como si se obligara a relajarse antes de avanzar.
Nos movimos hacia la parte trasera del edificio, donde estaba el área de carga y descarga. La puerta de servicio era nuestra mejor opción. Amy era quien manejaba, lo que me permitía moverme libremente en caso de necesitar luchar.
Una vez estacionados junto a la puerta trasera me adelanté unos pasos, asegurándome de que la zona estuviera despejada antes de hacerle una señal a Amy para que me siguiera.
La puerta no tenía seguro así que entramos fácilmente sin embargo cuatro caminantes se encontraban detrás de la puerta.
Los observé con ojo clínico, evaluando sus movimientos. El primero tenía la mandíbula desencajada, los músculos del cuello tensos con espasmos involuntarios. Si trataba de morder, fallaría por la falta de estabilidad. El segundo, sin embargo, tenía la postura más firme, con un andar errático pero decidido.
Me moví con precisión.
Una patada seca en el esternón derribó al primero, y antes de que pudiera moverse, hundí mi cuchillo en su cerebro, buscando el punto exacto donde el hueso es más delgado. Giré la muñeca al extraer la hoja, minimizando resistencia.
El siguiente caminante se lanzó hacia mí. Lo desvié con un paso lateral y le perforé el ojo, una entrada limpia y efectiva. La sangre oscura y espesa brotó con un hedor penetrante, pero ya estaba girando hacia los otros dos.
El tercero se abalanzó con un gruñido gutural. Sentí la presión de sus dedos podridos intentando aferrarse a mi brazo.
Me zafé con un giro del torso y aproveché el impulso para hundir la hoja justo debajo de la órbita ocular, un punto de entrada que reducía el margen de error. El caminante cayó sin resistencia.
—Daniel — Susurro Amy
Su tono fue contenido, pero capté la tensión en su voz. El último estaba más cerca de ella que de mí.
Se movía lento, pero su presencia era una amenaza. Ella se mantuvo firme, su mano apretando el arma, pero su portura declaraba su falta de conocimiento en lucha.
No le di la oportunidad de acercarse más. Me coloqué entre ambos y hundí el cuchillo en la base del cráneo, justo donde la columna se une al cráneo. Muerte instantánea.
Amy exhaló suavemente cuando el cuerpo cayó.
Un leve toque en mi brazo me hizo girar hacia ella. Fue un contacto breve, apenas un roce, pero suficiente para que notara su mirada evaluándome.
—Estás bien— Aseguro con un alivio notable.
—Sí. Sigamos.
Ella asintió, pero su proximidad no disminuyó. Caminaba un paso más cerca de lo necesario, como si inconscientemente buscara mantenerse dentro de mi alcance.
No comenté nada.
Pero tampoco me alejé.
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El lugar estaba más tranquilo de lo esperado. Aparte de los caminantes en la puerta trasera, no había señales de más problemas. Mientras avanzábamos, noté que Amy se detenía un poco más de lo normal en el área de ropa femenina.
—Toma lo que necesites —dije, sacando una bolsa de basura de mi mochila. Tenía muchas de estas del hospital; eran convenientes para llevar suministros.
Amy dudó, mirando a su alrededor como si quisiera asegurarse de que no estaba perdiendo el tiempo.
—Tenemos que ir por los demás —negó con la cabeza, volviendo a enfocarse en la misión.
No se equivocaba, teníamos que ser rápidos. Pero me di cuenta de que apenas tenía ropa de repuesto. En este mundo, cualquier recurso podía marcar la diferencia, y asegurarnos de tener lo necesario no era una distracción, sino una necesidad.
—Toma ropa para ti —insistí, con un tono más firme—. Mientras más cómoda y con mayor protección, mejor. Yo revisaré el lugar para asegurarme de que no haya caminantes escondidos o alguna entrada que pueda darnos problemas más tarde.
Amy me miró por un segundo antes de asentir con una leve sonrisa.
—De acuerdo… gracias.
—Que sea rápido —agregué—. Dejaremos todo cerca de la salida y lo subiremos al camión cuando salgamos.
La dejé escogiendo mientras me movía por el lugar. Agarré una bolsa y metí algo de ropa cómoda para mí, además de chaquetas y un par de relojes. No era cuestión de lujo, sino de utilidad. Me aseguré de que todo fuera de mi talla mientras mantenía la vista en posibles amenazas, asegurándome que no hubiera puertas abiertas o lugares donde pudieran entrar caminantes sin ser notados.
No tardé mucho en regresar. Amy ya había llenado su bolsa y se había puesto una chaqueta negra.
—Listo —dijo con una sonrisa que, por un momento, parecía olvidar el caos afuera.
Llevamos las bolsas cerca de la salida y comenzamos a subir las escaleras hacia la azotea. A mitad de camino, escuché voces al otro lado de la puerta.
—Estamos jodidos, nadie vendrá por nosotros —una voz femenina sonaba con frustración.
Amy se detuvo, su cuerpo se tensó al reconocerla. Apenas abrí la puerta, ella corrió sin dudarlo.
—¡Andrea!
La rubia mayor se giró justo cuando Amy se lanzó a sus brazos.
—¡Amy! —Andrea la abrazó con fuerza antes de apartarla un poco para mirarla con incredulidad—. ¿Qué demonios haces aquí?
—Venimos a ayudarlos —respondió Amy, restándole importancia a la preocupación de su hermana.
Antes de que Andrea pudiera reaccionar, una voz ronca y llena de sarcasmo se metió en la conversación.
—Vaya, ¿tan jodidos están que solo mandan a este culo joven por nosotros?
Volteé hacia el tipo que había hablado. Merle Dixon, sin duda. Su ropa sucia, la barba descuidada y la actitud de mierda lo hacían fácil de reconocer.
—Cállate, Merle —gruñó Andrea, claramente irritada.
Ignoré el intercambio y di un paso adelante.
—Si ya terminaron con la discusión, podríamos salir de aquí.
El grupo entero volteó a verme, evaluándome. Un joven coreano, Glenn, se acercó con cautela.
—¿Quién eres?
—Daniel —respondí sin rodeos—. Venimos a sacarlos, así que muévanse rápido. La distracción que crearon los demás nos da tiempo, pero no va a durar para siempre.
—¿"Nos da tiempo"? —Merle resopló—. No confío en un carajo en esto. ¿Y quién diablos te crees para dar órdenes, muchacho?
No tenía paciencia para esto.
—Me creo el tipo que está aquí para sacarte vivo. Pero si prefieres quedarte, no me voy a molestar en convencerte.
El grupo intercambió miradas. Sabían que Merle era problemático, pero ninguno quería empezar una pelea con él. Excepto Merle mismo.
—Tienes huevos, te lo doy —sonrió con burla—. Pero no me gusta que me digan qué hacer.
Dio un paso hacia mí. Lo dejé venir.
La pelea fue rápida. Cuando lanzó el primer golpe, me aparté y lo bloqueé con facilidad. Aproveché su propio impulso para torcerle el brazo y, con una llave precisa, lo derribé de cara al suelo. Su nariz chocó con el concreto y gruñó de dolor.
—Mierda… —espetó Glenn, sorprendido.
—No tenemos tiempo para esto —dije, sin soltar a Merle—. O cooperas o te dejo aquí.
—Hijo de… —Merle intentó zafarse, pero un ligero ajuste de presión en la llave lo hizo callar.
Andrea miró al resto del grupo, antes de fijar su mirada en Amy.
—Vámonos.
—¡No lo podemos dejar! —intervino un hombre afroamericano, T-Dog.
Suspiré. Me agaché, golpeé a Merle en la nuca con precisión y lo dejé inconsciente.
—Ahora no es un problema.
Las expresiones de los demás variaban entre incredulidad y algo de respeto. Levanté a Merle con un esfuerzo mínimo y lo cargué sobre mi hombro.
—Muévanse.
Amy me miró con algo que no supe definir. No solo era sorpresa… también algo más, como si acabara de ver una faceta de mí que no esperaba.
Nos movimos con rapidez, llegando a la puerta trasera sin encontrarnos con más problemas. Dejé a Merle en el suelo con un leve empujón, y el imbécil soltó un gruñido en su inconsciencia.
—Esperen aquí —dije mientras ajustaba mi agarre en el arma—. Voy a asegurarme de que no haya caminantes cerca del auto antes de que salgamos.
Andrea frunció el ceño, cruzándose de brazos.
—No puedes esperar que nos quedemos aquí como un montón de inútiles.
Me giré hacia ella, sin molestia, pero con la firmeza de quien no iba a perder el tiempo discutiendo.
—No necesito una niñera, y menos a alguien que cuestione todo sin aportar nada útil. Quédense aquí y prepárense para moverse cuando vuelva.
Andrea soltó una risa sarcástica.
—¿Aportar nada? ¿De verdad crees que eres el único que sabe moverse en esto? He sobrevivido tanto como tú.
—Sí, claro. Por eso estabas atrapada esperando que alguien más viniera a sacarte —solté sin alterar mi tono de voz.
Andrea abrió la boca para responder, pero Amy la cortó antes de que pudiera soltar una nueva protesta.
—¡Andrea, basta! No estamos en posición de discutir, Daniel nos está sacando de aquí.
Jacqui, quien hasta ahora había permanecido en silencio, intervino con su tono calmado pero firme.
—Chica, lo último que necesitamos es perder el tiempo peleando. Mejor guarda esa energía para cuando de verdad la necesitemos.
Andrea apretó los labios, claramente molesta, pero no dijo nada más. Glenn y T-Dog intercambiaron miradas incómodas. Morales, por su parte, suspiró, frotándose el rostro como si estuviera harto de todo.
Salí al exterior con rapidez, revisando la zona. El área alrededor del auto estaba despejada por ahora, pero algunos caminantes empezaban a aparecer en la distancia, atraídos por el ruido. Aún no eran una amenaza, pero no teníamos mucho tiempo antes de que lo fueran.
Volví al interior.
—Está despejado, pero hay que movernos ya.
Amy no perdió el tiempo y se dirigió al asiento del conductor sin dudarlo, mientras Morales y Jaqui subían a la parte trasera
—Andrea ve atrás —Dijo al ver qué su hermana pensaba subir de copiloto.
—¿Disculpa? —Andrea la miró con incredulidad.
—Siéntate atrás. Voy a manejar, y Daniel necesita espacio en caso de que haya problemas —respondió Amy, con un tono que no dejaba espacio para discusión.
Andrea la miró durante un segundo, como si estuviera considerando discutir, pero finalmente subió con un bufido de frustración.
Mientras tanto, Glenn y T-Dog ayudaban a sostener a Merle.
—Vamos, hombre, más te vale despertar antes de que tenga que cargarte hasta el campamento —gruñó T-Dog, acomodándolo con esfuerzo.
Me acerqué y los ayudé a subirlo a la parte trasera, asegurándome de que quedara lo suficientemente asegurado para que no fuera un problema. Luego regresé por las bolsas, echándolas al vehículo lo más rápido posible.
Glenn y T-Dog ya estaban dentro, con expresiones tensas pero listas para moverse.
—¿Todos listos? —pregunté, cerrando la puerta trasera.
—Tan listos como se puede estar —murmuró Glenn,junto a los demás.
Me coloqué en el asiento del copiloto justo cuando Amy encendía el auto y ponía marcha.
El plan había salido bien… por ahora. Solo esperaba que Rick y Morgan no tuvieran problemas de su lado.