Aunque alarmante la aparición de un caminante no fue más que una sorpresa para todos en el campamento, las actividades continuaron tranquilamente.
Sabiendo que el grupo sería atacado por una horda por la noche, me cuestione si avisarle o no, pero al final decidí dejar que pasará. En el grupo había mucha gente aparte del grupo central y después de estudiarlos llegué a la conclusión de que solo serían una carga en el camino.
Y si en la serie ya era problemático viajar con unos pocos llevar tanta gente inútil sería más caótico. Así que su sacrificio era inevitable.
Cuando cayó la noche, todos se reunieron alrededor de la fogata, el ambiente cálido y relajado. El aroma del ciervo que Daryl y Merle habían preparado se mezclaba con la brisa nocturna. Risas y conversaciones llenaban el aire, hablaban alegremente sobre anecdotas e historias del pasado me uni a ellos sacando del auto un arma extra, y varios cartuchos guardados en las bolsas de mis pantalones.
Mientras la conversación fluia con todos disfrutando del ciervo, en algún punto Amy se levantó.
—¿A dónde vas? —preguntó Andrea en voz alta, atrayendo la atención del grupo.
—Al baño. Dios, necesitaba discreción, sabes? —Amy se cruzó de brazos, visiblemente avergonzada por la atención repentina.
Su mirada se encontró con la mía por un instante. Se sonrojó y se apresuró a alejarse.
Algunos rieron y la conversación continuó. Yo me puse de pie, ajustando mis armas y echando un vistazo a los alrededores.
—¿Y tú a dónde vas? —Andrea otra vez, su tono lleno de sospecha.
Rodé los ojos.
—No sabía que teníamos que reportarnos contigo, Andrea.
Ella frunció el ceño.
—Tú…
La ignoré y me volví hacia Morgan.
—Voy a descansar. Avísame cuando sea nuestro turno de vigilar.
— Seguro
Mi auto estaba cerca de la caravana, lo que hizo que pareciera una simple coincidencia que estuviera allí cuando Amy salió murmurando algo sobre papel.
Pero no fue coincidencia.
La vi primero, su silueta iluminada apenas por la luz de la fogata a lo lejos. Y luego lo vi a él.
El caminante emergió de la oscuridad con movimientos torpes, acercándose a ella mientras su atención seguía en sus propios pensamientos.
Amy no reaccionó de inmediato.
Por un instante, la escena pareció congelarse.
Su expresión pasó de la distracción al desconcierto. Luego al miedo.
Demaciado lenta.
Saqué mi arma en un movimiento fluido y disparé.
El sonido retumbó en la noche.
La cabeza del caminante explotó en una lluvia de sangre oscura y putrefacta. Amy apenas tuvo tiempo de soltar un jadeo antes de que los restos la alcanzaran, salpicando su piel y manchando su cuello.
Se quedó inmóvil, su respiración entrecortada, con la boca apenas entreabierta. Sus ojos temblaban entre la sorpresa y la impresión.
Retrocedió un paso, temblorosa. Un sonido suave escapó de sus labios, más un jadeo que un grito.
En ese momento, su vulnerabilidad fue casi.....embriagadora.
Su piel brillaba bajo la tenue luz de la luna, el contraste entre su expresión de pánico y el leve carmín en sus mejillas la hacía ver más atractiva de lo que debería en una situación así.
Era una reacción innecesariamente lenta… pero en ella se veía casi encantadora. Un contraste entre el pánico y su expresión suavemente desconcertada, como si aún no entendiera lo cerca que había estado de morir.
Por un instante, sus ojos se encontraron con los míos.
No había palabras en ese momento.
Solo una conexión cruda. Instintiva.
Se mordió el labio, sin darse cuenta de lo que hacía, como si intentara contener la oleada de emociones que la sacudían.
No era solo miedo lo que veía en sus ojos.
Era otra cosa. Algo más profundo.
Algo que ella misma aún no entendía.
La adrenalina mezclada con la necesidad de aferrarse a algo sólido en medio del caos.
A mí.
Sonreí, apenas un poco, antes de hablar con voz firme.
—Adentro. Ahora.
Amy parpadeó, como si despertara de un trance. Tragó saliva y asintió rápidamente, girando sobre sus talones y subiendo a la caravana.
Su paso era apresurado, pero antes de cerrar la puerta, volvió a mirarme.
No dijo nada.
Pero el mensaje estaba claro.
—¡Mamá! —La voz de Carl rompió el silencio.
No fue el único. En cuestión de segundos, gritos y alaridos llenaron la noche. Caminantes emergieron de todas partes.
Andrea corrió hacia nosotros, su rostro desencajado.
—¡Amy! —chilló, pero su pánico la hizo torpe. Un caminante la alcanzó.
En lugar de desperdiciar una bala, avancé con rapidez y clavé mi cuchillo en la base de su cráneo.
—Cállate. Amy está bien. Ve con ella a la caravana y deja de gritar —le ordené, empujándola hacia la puerta.
Andrea no discutió, demasiado asustada como para pensar en otra cosa que no fuera Amy. Entró apresurada y cerró la puerta tras de sí.
Con ellas fuera del camino, me concentré en el resto. Morgan y Duane estaban rodeados. Apreté los dientes y disparé, derribando a los caminantes más cercanos.
—¡Adentro, Duane! —ordenó Morgan, empujando a su hijo hacia la caravana antes de girarse y ponerse a mi lado.
Los disparos resonaron en la noche, uniéndose a los gritos y los alaridos de los caminantes. Cada bala que disparaba era precisa, cada movimiento calculado. La adrenalina no me cegaba; mi mente se mantenía fría, analizando cada amenaza sobre los demás, asegurándome que ninguna persona que necesitaba vivo muriera está noche.
Merle y Daryl peleaban cerca de la fogata, gritando insultos mientras cortaban cabezas con sus armas. Shane corría de un lado a otro, intentando organizar al grupo mientras disparaba. Glenn se movía rápido, esquivando, pero no era un luchador, no aun. Lori y Carol cuidaban a Sofia y Carl, Rick cerca de su familia derribando caminantes con precisión.
Era un caos absoluto.
El olor a pólvora y muerte impregnó el aire.
La batalla continuó hasta que la última criatura cayó al suelo.
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El amanecer trajo consigo una visión desoladora.
Cuerpos putrefactos estaban esparcidos por el suelo, el hedor de la muerte envolviendo el campamento. Los sobrevivientes estaban exhaustos, algunos temblaban, otros sollozaban.
Me limpié la sangre del rostro con la manga y guardé mi arma.
Amy salió lentamente de la caravana.
Su mirada recorrió el desastre, pero en lugar de horror o alivio, sus ojos buscaron los míos.
Se mordió el labio, como si estuviera conteniéndose.
Avanzó un paso hacia mí.
—Gracias… por salvarme.
Su voz era suave. Había algo distinto en ella.
Algo necesitado, era una diferencia sutil, pero lo entendí de inmediato.
No era gratitud lo que veía en sus ojos.
Era necesidad.
Era deseo.
Me encogí de hombros, manteniendo mi expresión indiferente.
— No necesitas agradecerme, Amy. Estabas en peligro, y actué.
No me dijo nada más.
Solo se quedó ahí, observándome, como si en su mente ya hubiera tomado una decisión.
Yo ya sabía lo que significaba esa mirada.
Había visto antes ese tipo de atracción. No era amor, ni siquiera algo consciente.
Era algo instintivo.
Y en un mundo donde la muerte acechaba en cada sombra, los instintos podían ser más poderosos que la razón.
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Nota de autor:
¡Gracias por sus comentarios! 💕 Me sorprendió ver mencionada a Alicia Clark, no la tenía contemplada, pero fue una elección interesante. Junto con Maggie, que fue una de mis opciones iniciales, ambas serán añadidas al harem del protagonista. 🖤🔥
Me encanta ver su participación, ¡sigan comentando sus ideas! 😃✨