Cherreads

Chapter 17 - Capítulo 16: Alerta en el campamento.

La discusión sobre los suministros ya había quedado atrás, pero eso no significaba que el campamento estuviera en orden. Mientras algunos se retiraban a dormir, yo observaba el entorno con una sensación de incomodidad. Había demasiada calma, demasiada confianza en que los muertos no llegarían aquí.

Me levanté de la fogata y caminé por el perímetro del campamento. Las tiendas estaban mal posicionadas, demasiado expuestas. Si un grupo de caminantes llegaba en la noche, nadie tendría tiempo de reaccionar. Más preocupante aún, nadie estaba montando guardia.

Morgan, que aún no se había acostado, notó mi expresión y se acercó.

—¿Qué pasa? —preguntó, su voz baja y cautelosa.

—Este campamento es un desastre —respondí con franqueza—. No hay guardias, no hay un sistema de alerta, ni siquiera una maldita barricada improvisada. Si algo pasa mientras dormimos, estamos jodidos.

Morgan frunció el ceño, evaluando la situación con la misma preocupación que yo. Finalmente, asintió.

—Sí, lo pensé antes, pero no quería meterme demasiado. No es mi grupo.

—Bueno, no sé cuánto tiempo piensas quedarte aquí, pero dormir sin vigilancia es una sentencia de muerte.

Antes de que pudiera decir más, Rick se acercó, aparentemente atraído por nuestra conversación.

—¿Qué pasa? —preguntó, sus ojos fijos en los nuestros, llenos de esa atención que siempre daba cuando percibía algo fuera de lugar.

Le expliqué la situación y, para mi sorpresa, Rick estuvo de acuerdo sin dudarlo.

—Estoy de acuerdo. En la estación de policía siempre nos turnábamos para vigilar. No tiene sentido que aquí no hagamos lo mismo.

—Entonces haz que escuchen —dije—. Yo podría hacerlo, pero la mayoría apenas me conoce y Shane probablemente buscaría discutir solo por el placer de hacerlo.

Rick suspiró, comprendiendo la indirecta.

No tardó mucho en reunir al grupo y plantear el tema. Hubo algunas quejas, especialmente de Shane, quien no pudo evitar soltar una mirada de desafío hacia mí, como si quisiera discutir por el simple hecho de que la idea venía de otro.

Pero cuando Dale y Glenn también apoyaron la idea, la decisión quedó tomada. Se formarían turnos de guardia en parejas durante la noche.

Yo tomé el primer turno con Morgan.

—¿Listo para otra larga noche? —preguntó Morgan, su tono cansado pero aún capaz de sacarme una ligera sonrisa.

—Siempre —respondí, mi mirada fija en el campamento, aunque no dejaba de pensar que esta calma era solo temporal.

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Después de terminar mi turno de vigilancia, subí al Atlas a descansar, agradecido de haber colocado los colchones para asegurarme un buen descanso. En un mundo como este, el sueño de calidad era un lujo, y yo no desperdiciaba oportunidades.

La mañana llegó rápido. Cuando salí del vehículo, vi que el campamento ya estaba cobrando vida. Lori y Carol preparaban el desayuno, Amy y Andrea estaban ocupadas con la ropa, Dale vigilaba desde su caravana y Rick hablaba con Glenn.

Todo parecía tranquilo. Demasiado tranquilo.

Eso no me gustaba.

Fijé la mirada en las personas alrededor del campamento, examinando cada detalle de su comportamiento y del entorno. Algo no cuadraba. Entonces caí en cuenta: los niños.

No se veían por ninguna parte.

Mi memoria trajo de inmediato una escena de la serie. No podía estar seguro de que la historia se desarrollaría exactamente igual, pero la posibilidad era suficiente para que actuara de inmediato.

Me acerqué a Lori con pasos medidos, sin apurarme, manteniendo la expresión relajada. No quería alarmarla.

—Buenos días —saludé con un tono amable y tranquilo.

Lori y Carol alzaron la mirada con algo de sorpresa. No hablaba mucho con ellas.

—Buenos días —respondieron ambas, algo cautelosas.

Aproveché su reacción y solté la pregunta con naturalidad.

—No he visto a los niños por aquí. ¿Siguen durmiendo?

Lori frunció ligeramente el ceño, como si no hubiera notado la ausencia hasta que lo mencioné.

—No, salieron a jugar hace un rato —respondió, su voz sonando algo tranquila, pero con un dejo de preocupación que no pasé por alto.

Me mostré levemente sorprendido, pero no demasiado.

—¿A jugar? —Reí suavemente, como si la idea me pareciera agradable—. Qué bueno que todavía puedan ser niños en este mundo.

Carol sonrió con nostalgia.

—Sí, intentamos que tengan algo de normalidad.

Asentí, aprovechando el momento para inclinar un poco la balanza a mi favor.

—Eso es importante. Son lo más valioso que tenemos.

Lori pareció relajarse un poco con mi comentario. Justo lo que quería.

Esperé un segundo y luego agregué con un tono casual:

—Por cierto, tengo algunos dulces guardados. Pensé en dárselos.

Las expresiones de ambas mujeres se suavizaron inmediatamente. No importaba cuán malo fuera el mundo, un hombre que se preocupaba por los niños siempre generaba una reacción positiva.

—Eso sería muy amable de tu parte —dijo Carol con una sonrisa sincera—. Les encantaría.

—¿Dónde están? —pregunté con naturalidad.

—Por ese lado —señaló Carol—. Se mantienen cerca, así que puedes verlos fácilmente.

—Gracias —dije con un leve asentimiento antes de alejarme.

Mientras caminaba en la dirección que me indicaron, mi cuerpo ya estaba en alerta máxima.

Y entonces lo vi.

Un ciervo herido salió de entre los árboles, tambaleándose, seguido de cerca por un caminante.

Los niños gritaron, llenos de miedo, mientras retrocedían en pánico.

No lo dudé.

En un movimiento rápido, deslicé mi cuchillo de su funda y avancé.

El caminante abrió la boca, listo para morder al ciervo. Pero antes de que pudiera hacerlo, mi hoja se hundió en su ojo con precisión.

El zombi se quedó inmóvil un segundo antes de desplomarse pesadamente hacia atrás.

El ciervo cayó de rodillas, extenuado por su herida.

Me enderecé, limpiando la hoja con calma antes de devolver el cuchillo a su sitio.

Los niños dejaron de gritar pero seguían temblando, mirándome con los ojos muy abiertos.

Los demás no tardaron en llegar, alertados por los gritos de los niños. Al ver el caminante, sus expresiones variaban entre el miedo, la sorpresa y la incredulidad, mezcladas con una dosis de ansiedad palpable.

Rick fue el primero en dar un paso al frente, observando la situación con cautela.

—¿Estás bien? —preguntó, mirando a los niños, luego a mí. Su tono era firme, pero no estaba exento de preocupación.

Lori, con los ojos muy abiertos, llevó a los niños rápidamente hacia el campamento, mientras Carol se acercaba, claramente preocupada por lo que acababa de suceder.

Pero antes de que cualquiera pudiera decir algo, un sonido rompió el tenso ambiente. Un crujido de hojas secas, seguido de unos pasos que indicaban que algo o alguien se acercaba rápidamente.

Todos nos pusimos a la defensiva, listos para atacar. Las manos fueron a las armas, pero lo que salió de entre los árboles nos dejó congelados por un momento.

Un tipo apareció de repente, con una mirada desconfiada y desordenada. Tenía un par de ardillas colgando de su mochila y su aspecto era algo... desaliñado. Llevaba una chaqueta de cuero que parecía tener más historia que él mismo, y su mirada era fría, como si estuviera evaluando cada una de nuestras reacciones.

Daryl Dixon.

Su mirada se movió de uno a otro con rapidez, sin mostrar señales de sorpresa, solo esa típica expresión desafiante que lo caracterizaba.

Nos miró con confusión y desconfianza, su rostro mostrando una mezcla de dudas y cierta intriga. Antes de que pudiera decir algo, su atención se centró en el caminante que yacía a un lado, junto al ciervo.

—Maldita sea... —murmuró con un tono irritado, su voz rasposa y directa—. Este maldito estuvo cerca de arruinar mi caza.

Lo decía como si el caminante fuera solo una molestia menor, como si la caza fuera más importante que cualquier otra cosa en ese momento. Pero esa era la forma de Daryl. Despreocupado por lo que muchos considerarían un acto heroico, su mente estaba en el objetivo: sobrevivir y obtener lo que necesitaba.

Se acercó al caminante caído, dando un puntapié al cadáver, como si fuera solo una molestia.

—Tch... al menos el ciervo está a salvo. —Daryl murmuró, luego se giró hacia nosotros con una mirada burlona—. Oye, ¿quién demonios dejó a los niños tan cerca de los árboles?

No era una acusación directa, pero la pregunta estaba cargada de reproche, una advertencia velada. Su instinto protector no le permitía ignorar los detalles, aunque su tono de voz no mostraba mucha paciencia.

A pesar de su actitud áspera, había algo en su comportamiento que daba la sensación de que podía ser más útil de lo que parecía. No era un tipo de muchas palabras, pero sus acciones hablaban por él.

— ¿Quiénes son ustedes? —preguntó mirando a Rick, Morgan y a mí con desconfianza.

— Nuevos integrantes, ¿cómo llegó el caminante aquí? Nunca aparecieron tan cerca —habló Dale, con duda y ansiedad mientras observaba los árboles.

— No sé, llevo cazando ese ciervo por días, no vi ningún caminante cerca —dijo Daryl, sin mucha emoción—. Espero que no sean un estorbo —comentó, sin esperar respuesta alguna mientras se agachaba para cargar con la presa—. Merle... —llamó a su hermano, sin molestarse en esperar que alguien le respondiera.

Era claro que el tipo estaba acostumbrado a hacer las cosas a su manera, sin buscar la aprobación de los demás.

Yo, por mi parte, me quedé observando la escena, analizando las reacciones. Con cada palabra y gesto, veía cómo el grupo reaccionaba ante su presencia. Daryl no era alguien fácil de leer, pero al igual que yo, no confiaba completamente en las personas. Sin embargo, su habilidad para adaptarse y actuar rápidamente en situaciones de peligro era innegable.

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