Llegamos al punto de encuentro, Morgan estaba junto a la patrulla con el auto que uso como distracción junto a él, al parecer logro silenciar la alarma y salir con el auto.
Esperamos un poco de tiempo antes de ver venir a Rick, el hombre venía a pie y la mochila que le di había desaparecido.
—Encontre otro grupo, cuidan de algunas personas mayores, les dejé la mochila, necesitaban más las armas y suministros que yo.
No dije nada, sabía que Rick sería así los primeros años, confiando en su humanidad y pensando en apoyar a todos los que no presentarán peligro. Aunque intente que entendiera el apocalipsis desde otro punto su mentalidad no parecía cambiar mucho, mientras no me afectará a mi lo que haga y regale no es problemático, después de todo será él y los demás los que sentirán el peso de sus acciones tarde o temprano.
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El regreso al campamento fue rápido, ahora nos encontrbamos en la pequeña fogata escuchando a Rick y Morgan contar su historia a los demás.
Mientras Rick y Morgan contaban su historia, el resto del grupo escuchaba con atención. Shane mantenía los brazos cruzados, con el ceño fruncido, visiblemente molesto por el regreso de Rick y por lo que estaba diciendo.
—¿Así que entregaste armas y suministros a un grupo de desconocidos? —interrumpió Shane, su voz cargada de incredulidad y molestia.
Rick asintió con calma.
—Eran gente necesitada. Tenían ancianos con ellos, lo necesitaban más que nosotros.
Shane dejó escapar una risa amarga y negó con la cabeza.
—No puedo creerlo, hombre. Apenas y tenemos lo suficiente para nosotros, y tú te dedicas a repartirlo como si fuéramos una maldita organización benéfica.
Rick apretó la mandíbula, pero antes de que pudiera responder, Lori intervino.
—Shane, por favor. No empecemos con esto ahora. Estamos todos aquí, estamos a salvo. Eso es lo que importa.
Shane soltó un resoplido.
Mientras tanto, Amy se había sentado cerca de mí, observando el fuego con expresión pensativa.
La mayoría guardaba silencio, tratando de no avivar la pelea, hasta que decidí intervenir.
—No entiendo cuál es el problema aquí —dije con calma, cruzando los brazos—. Esos suministros eran de Rick, ¿no? le pertenecen a él, no al grupo. Así que lo que haga con ellos es cosa suya.
Shane, que había estado mirando el fuego con el ceño fruncido, giró la cabeza bruscamente hacia mí.
—¿De qué demonios hablas? ¡Eran suministros para todos!
Le sostuve la mirada.
—No, Shane. Eran suministros que le di a Rick antes de que saliera. Incluía suministros de él y algunos que le di. No los sacamos del campamento, no eran parte de lo que recolectamos junto con ustedes. Técnicamente, nunca fueron del grupo.
Rick parpadeó, claramente sorprendido, y se quedó en silencio, como si recién procesara ese detalle.
Shane abrió la boca para discutir, pero se detuvo. Sabía que no podía contradecirme en eso. Sus puños se apretaron, su frustración evidente, pero no encontró un argumento sólido para responder.
Lori y Dale intercambiaron miradas, mientras Andrea observaba con atención la interacción. Morgan simplemente suspiró, entendiendo que la discusión no iba a llegar a ninguna parte.
Finalmente, Rick asintió despacio, todavía meditando lo que acababa de escuchar.
—Supongo que tiene razón —admitió. Su expresión era neutral, pero había algo en su mirada que indicaba que el peso de esa realidad le había caído de golpe.
Shane chasqueó la lengua y se levantó de la fogata sin decir más, alejándose una vez más.
El ambiente alrededor de la fogata se relajó un poco cuando Dale comenzó a contar una historia de sus días en la carretera, intentando aligerar el ánimo. Andrea se unió a la conversación, aunque su mirada se desviaba ocasionalmente hacia la dirección en la que Shane había desaparecido.
Amy, que había estado sentada cerca de mí en silencio, finalmente habló, sacándome de mis pensamientos.
—Aquí tienes. Gracias por prestármelos —dijo, extendiéndome el cuchillo y la pistola que le había dado antes de salir hacia la ciudad.
Tomé las armas sin responder de inmediato, observándola con más atención esta vez. No había tenido tiempo de estudiarla detenidamente, pero ahora, con la luz tenue del fuego reflejándose en su rostro, su atractivo se hacía aún más evidente.
Sus ojos azul claro le daban un aire de inocencia que contrastaba con la forma en que sus labios se curvaban, sutilmente tentadores. Su cuerpo, a pesar de mostrar signos de una mala alimentación, conservaba una figura voluptuosa y bien proporcionada. Pechos llenos, caderas anchas y una cintura delgada que realzaba aún más su silueta. Todo en ella parecía diseñado para atraer, para despertar deseos primarios.
Pero el deseo no era algo que me dominara fácilmente. Más bien, lo entendía como una herramienta, un arma tan útil como cualquier cuchillo o pistola. Y Amy... Amy estaba proyectando su necesidad hacia mí con demasiada rapidez. No era difícil entender por qué. En un mundo donde la muerte acecha en cada sombra, las emociones se intensifican, la gente se aferra a lo que le brinda seguridad, a lo que le hace sentir vivo. Y ahora, yo era eso para ella.
Interesante.
Atrapé su mirada, sosteniéndola el tiempo suficiente para ver su reacción. Sus mejillas tomaron un leve tono rosado, y desvió la vista por un instante antes de volver a encontrar la mía, como si se obligara a no retroceder.
Una parte de mí disfrutó ese pequeño juego de poder.
—De nada —respondí con calma, deslizando la pistola en mi cinturón y haciendo girar el cuchillo entre mis dedos antes de guardarlo—. No era muy prudente ir a una ciudad infestada de muertos solo con un cuchillo de cocina.
Amy frunció los labios, como si quisiera discutir, pero en su mirada no había enojo, sino algo más... un ligero desafío, tal vez.
—Me las arreglé bastante bien —murmuró, cruzando los brazos.
Sonreí apenas, un gesto fugaz que no alcanzó mis ojos.
—Claro. Pero podrías arreglártelas mejor con alguien que te enseñe cómo sobrevivir de verdad.
Era una simple observación, pero el efecto en ella fue inmediato. Sus pupilas se dilataron levemente, y su postura se suavizó. La idea de que pudiera aprender de mí la atraía, eso estaba claro. No solo por lo que podría enseñarle, sino por lo que significaba estar cerca de mí. Seguridad. Fuerza. Control.
Amy no era estúpida. Sabía que el mundo ahora pertenecía a los fuertes, a los que estaban dispuestos a hacer lo necesario para sobrevivir. Y por cómo me miraba, parecía haber decidido que yo era uno de esos hombres.
Lentamente, se inclinó un poco más hacia mí, fingiendo que solo se acomodaba en su asiento.
—Tal vez me gustaría aprender —murmuró, casi como si se lo dijera a sí misma.
El subtexto era claro.
La idea de tomar lo que me ofrecía cruzó mi mente, pero no era alguien que se apresurara con estas cosas. No había prisa. El deseo era una chispa que, si se avivaba correctamente, podía convertirse en una llama mucho más duradera.
Así que solo le sostuve la mirada un momento más, dejando que sintiera la tensión, que imaginara posibilidades.
—Ya veremos —dije finalmente, mi voz baja, neutra, casi desinteresada.
Amy parpadeó, sorprendida por mi falta de reacción inmediata. Tal vez esperaba que mordiera el anzuelo de inmediato.
Pero yo no era un hombre que se sometiera fácilmente a la tentación.
Y si ella realmente quería jugar este juego... tendría que trabajar más por ello.