Cherreads

Chapter 15 - El Despertar Bajo el Árbol de la Vida

—¡Despierta… despierta! ¡Oye, ya has dormido demasiado! Vamos, levántate.

Una voz dulce y alegre resonaba en la distancia, como un eco entre sueños. Yukari sintió su cuerpo pesado, su mente atrapada en un letargo extraño.

El recuerdo del veneno aún ardía en su pecho, como brasas apagadas bajo el hielo. Entonces lo sintió… el vacío en su espalda. No era el frío. Era la daga. La traición. El rostro de aquel en quien confió, torcido en una mueca de arrepentimiento tardío. “Perdóname”, había dicho, mientras el veneno quemaba su sangre. Yukari no lo había odiado. Pero tampoco lo había perdonado.

Poco a poco, sus párpados se alzaron, dejando que la luz bañara su visión borrosa.

—¿D-Dónde… estoy? —murmuró con dificultad, tratando de enfocar su entorno.

—Estás en la residencia de 龍神 Ryujin, el Dios Dragón —respondió la voz con un tono travieso.

Yukari parpadeó varias veces, tratando de procesar lo que acababa de escuchar.

—Eso es imposible… —susurró, mientras su mirada recorría el paisaje.

Bajo sus manos, el césped era suave y fresco, cubierto de flores de colores tan vibrantes que parecían sacados de un sueño. Sobre ella, un árbol de hojas extrañas pero hermosas extendía sus ramas como si protegiera el lugar. A lo lejos, entre las nubes, un majestuoso palacio flotaba en el cielo, imponente y etéreo.

La niña que la había despertado la observaba con una sonrisa divertida, manteniendo ambas manos detrás de su espalda.

—Ahora que ya has visto todo, ¿sigues creyendo que esto es imposible?

Yukari dejó escapar un suspiro.

—He pasado por tantas cosas que ya nada me parece extraño… En fin, si este es realmente el hogar del Dios Dragón, ¿dónde está él?

La niña llevó un dedo a sus labios, pensativa.

—Mmm… Bueno, de momento no está. Pero me dejó un encargo para ti —respondió con un tono despreocupado—. Me dijo que te entregara una piedra espiritual.

—¿Una piedra espiritual? —Yukari arqueó una ceja mientras se ponía de pie.

—¡Sí! —afirmó la niña con una amplia sonrisa.

—¿Y qué se supone que haga con ella? —preguntó Yukari, sacudiendo su ropa para quitarse la hierba que se le había pegado.

—Ehh… en realidad no lo sé —admitió la niña, ladeando la cabeza—. Solo me dijo que te la diera.

Yukari suspiró con resignación.

—Está bien… dame la piedra y veré qué hago con ella.

—Bueno, la piedra está en el palacio —dijo la niña con entusiasmo—. ¿Qué dices? ¿Me acompañas? Además, podríamos comer juntas… Hace mucho tiempo que no tengo visitas.

Entonces, en voz baja y con un dejo de melancolía, susurró:

—Se podría decir que… siglos.

—¿Qué fue lo último que dijiste? No te escuché bien…

—¡N-Nada! —respondió la niña con una sonrisa nerviosa, sacudiendo las manos como si quisiera desviar la conversación. Luego, tomó la mano de Yukari con suavidad y añadió—: Será mejor que no nos apresuremos. Quiero mostrarte muchas cosas antes de llegar. Además, cuando veas el palacio de cerca, te aseguro que te parecerá aún más hermoso.

Yukari suspiró y asintió levemente.

—Está bien, vamos… Pero ya que vamos a caminar juntas, ¿podrías decirme tu nombre?

La niña se detuvo por un momento y la miró con los ojos muy abiertos, como si acabara de recordar algo importante.

—¡Tienes razón! —exclamó con un ligero rubor en sus mejillas—. ¡Ni siquiera nos hemos presentado! Mi nombre es Amira. ¿Y el tuyo?

Yukari la observó con calma antes de responder.

—Mi verdadero nombre… lo desconozco —dijo, bajando la mirada por un instante—. Pero puedes llamarme Yukari.

—Yukari… —repitió Amira, probando cómo sonaba en su boca—. Es un nombre extraño, pero bonito.

Yukari soltó una leve risa.

—Tal vez… pero gracias por decirme que es bonito. En fin, tu nombre me resulta interesante. Me recuerda al Árbol de la Vida.

Al escuchar eso, Amira se llevó una mano a la cabeza con una risa nerviosa.

—Ehehe… bueno, digamos que soy algo así como su guardiana. O mejor dicho… una parte de él.

Yukari se detuvo de golpe.

—Espera… ¿Cómo que una parte de él?

—Jejeje… —Amira desvió la mirada, como si hubiera dicho más de lo que debía.

—De acuerdo… Ahora sí estoy empezando a dudar de todo lo que me has dicho —dijo Yukari con una mezcla de incredulidad y curiosidad—. Pero dime, si en verdad eres la guardiana del Árbol de la Vida… ¿Por qué eres tan pequeña?

En ese instante, Amira frunció el ceño con una expresión de indignación adorable, inflando las mejillas y cruzando los brazos.

—¡Oye, eso fue grosero! —espetó, fulminándola con la mirada—. ¡No soy pequeña, solo tengo esta forma porque así lo prefiero!

Yukari la miró de arriba abajo con una sonrisa burlona.

—Sí, claro…

—¡H-Hey! ¡No me mires así! ¡Soy más fuerte de lo que parezco! —exclamó Amira, inflando aún más las mejillas mientras agitaba los puños en el aire.

Yukari soltó una risa. De alguna manera, esta niña le recordaba a alguien… pero no sabía exactamente a quién.

—Está bien, está bien —dijo, levantando las manos en señal de rendición—. Supongo que lo descubriré cuando lleguemos al palacio, ¿no?

Amira sonrió con orgullo y asintió con energía.

—¡Exacto! Así que no te quedes atrás, Yukari. ¡Vamos!

Y así, ambas continuaron su camino, con el majestuoso palacio flotando en la distancia, esperándolas con secretos aún por revelar.

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