Cherreads

Chapter 5 - Preludio de Hielo

Durante las semanas siguientes, el Reino de Azran se transformó. No en un simple refugio, sino en una fortaleza viviente esculpida por el invierno.

Los magos de la Orden de los Blue Dragons, bajo el mando de archimagos elementales, alteraron el clima con complejos hechizos de convergencia atmosférica. Las nevadas se volvieron constantes en las regiones clave, congelando caminos, emboscando rutas y ocultando trampas bajo capas de escarcha.

Los caballeros de la Orden de Genbu trabajaron incansablemente, erigiendo barreras mágicas en las murallas exteriores. No eran solo escudos defensivos, sino redes de absorción capaces de disipar el impacto de los proyectiles enemigos, como si el mismísimo reino respirara y se protegiera a sí mismo.

En las sombras, la Cuarta Orden —antes conocida como Icy Shadow, ahora renacida como Kōri no Kage— se desplegó tras las líneas enemigas…. Sus espías se movían como susurros en la ventisca, trayendo información precisa y valiosa sobre los movimientos de las tropas imperiales.

Yukari, en el corazón del esfuerzo, no descansaba.

Entrenaba sin pausa a la Séptima Orden y a nuevos reclutas, enseñándoles a resonar con sus magic weapons, a canalizar la energía del frío y hacerla fluir como una extensión de su alma. No buscaba crear guerreros ordinarios… sino armas forjadas por el hielo y templadas por la voluntad.

Pero no todo era preparación y guerra.

Una noche silenciosa, bajo un cielo cubierto de estrellas y nieve cayendo como polvo de plata, Airi halló a Yukari en las murallas de la ciudad.

—¿No duermes? —preguntó la princesa con suavidad, acercándose.

Yukari no desvió la mirada del horizonte.

—No tengo ese lujo —respondió, con una leve sonrisa que no alcanzó sus ojos.

Airi se cruzó de brazos.

—Sigues sin decirnos quién eres realmente.

El silencio se hizo espeso, hasta que Yukari habló:

—Soy alguien con una promesa que no puede romperse.

Airi bajó la mirada. Aún con todas sus dudas, confiaba en esa mujer. No por lo que decía… sino por lo que hacía.

—¿Crees que podremos ganar esta guerra? —murmuró.

Yukari cerró los ojos. El viento helado acariciaba su rostro como una advertencia.

—Lo único seguro en la guerra… es que nadie sale ileso.

Las palabras quedaron flotando en el aire, más frías que la nieve.

Esa noche, el silencio ocultaba el rugido de la tormenta que se avecinaba

Al amanecer, el graznido de un cuervo quebró el silencio del castillo.

Traía un mensaje desde las fronteras del norte.

El Imperio de Iskers había regresado.

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