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Chapter 7 - Trampa en la Nieve

El alba se alzó sobre el Reino de Azran con un resplandor pálido, casi fantasmal. La nieve descendía en silencio, como si el cielo mismo guardara la respiración ante lo que estaba por suceder.

En las montañas cercanas a la frontera, un grupo de soldados de la Orden de Azran aguardaba en silencio sepulcral. Vestidos con capas blancas que los mimetizaban con el paisaje, parecían parte de la nieve misma.

Yukari se encontraba entre ellos, con su lanza de hielo firmemente plantada en el suelo. Sentía en el aire la vibración mágica que precedía al peligro. El frío no la inquietaba; lo conocía bien. Pero había algo más… un presentimiento afilado como la escarcha.

—Se están desviando del camino principal… —susurró el capitán de la unidad—. Tal como predijimos.

Los soldados de Iskers, creyendo haber hallado un atajo oculto, avanzaban por un paso menos custodiado. Ignoraban que cada palmo de esa ruta había sido preparado para convertirse en su tumba.

Yukari cerró los ojos un instante, dejando que la magia fluya desde la montaña hacia ella.

—Esperen la señal —ordenó en voz baja.

El viento se alzó con un gemido sordo. La nieve crujió.

Entonces el suelo se quebró.

¡CRACK!

Un estruendo atronador sacudió el desfiladero. Toneladas de nieve se desprendieron desde las alturas, envolviendo al enemigo en una blanca devoradora. Gritos. Silencio. Más nieve.

Los rezagados intentaron huir, pero era demasiado tarde.

—¡AHORA! —gritó Yukari.

Las tropas de Azran emergieron de la nieve como espectros invernales. Sus lanzas brillaban con un fulgor azulado, y sus ojos eran espejos del hielo. Avanzaron con precisión implacable sobre los soldados desorientados.

La emboscada se transformó en matanza.

Más al sur, Kael von Iskers observaba desde una colina envuelta en niebla. No apartó la vista del humo blanco que se alzaba en la distancia.

Uno de sus generales apareció, jadeando.

—¡Lord Kael! ¡La emboscada fue devastadora! Las tropas quedaron atrapadas bajo una avalancha… la mitad de la división se perdió.

Kael no respondió al instante. Sus ojos carmesí brillaban con una calma cruel.

—Así que prepararon el terreno… Astutos.

—¿Nos retiramos? ¿Tomamos otro camino?

Una sonrisa ladeada curvó sus labios.

—No. Dejemos que celebren su pequeña victoria. Usaremos su orgullo en su contra.

Se giró hacia un mensajero:

—Da la señal. La segunda división avanzará desde el este.

El mensajero partió al galope.

Kael alzó la mirada hacia el cielo gris.

—Veamos cuánto tiempo pueden resistir… antes de que el hielo que aman se vuelva su verdugo.

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