Los rumores empezaron una semana antes:
"¡La Academia Kuoh organizará su Festival de Primavera abierto al público!"
Como cada año, estudiantes, profesores y vecinos preparaban puestos, juegos, representaciones teatrales y más. Pero esta vez, había algo distinto: se permitiría la participación de negocios locales.
Y claro, todos querían que la Panadería Tempest participara.
—¿Un puesto temporal frente a la entrada principal? —repitió Rimuru, leyendo la carta de invitación—. Qué convenientes.
Souei asintió desde la sombra del mostrador.
—También han enviado una nota escrita a mano firmada por la presidenta del consejo estudiantil. Sona Shitori.
—Ohh, ya saben de nosotros por nombre, ¿eh?
Diablo apareció por la puerta trasera, limpiándose las manos con un paño blanco.
—Están tanteando el terreno. Quieren comprobar si somos amenaza, influencia... o aliados. Y si no lo somos aún... quieren decidir si podrían convertirnos en uno.
Rimuru giró la carta entre los dedos, pensativo. Luego sonrió.
—Bueno, no puedo negarme a un festival escolar. Es parte esencial de toda vida normal, ¿no?
«Aceptación del evento: 100% alineada con el perfil de integración pacífica. Recomendado.»
—Gracias, Ciel.
**
La mañana del festival llegó, y con ella, una ciudad entera decorada con farolillos, pancartas y flores de papel.
Los terrenos de la Academia Kuoh se llenaron de puestos coloridos, risas de estudiantes, y música que se perdía entre los árboles.
Frente a la entrada principal, el puesto de la Panadería Tempest estaba impecablemente instalado: una estructura sencilla de madera, con un toldo celeste decorado con espigas de trigo talladas a mano. Desde el primer momento, una fila comenzó a formarse, larga... y creciente.
—¡El panecillo de nube por favor! ¡Quiero tres!
—¿Todavía quedan bollos de fresa de luna?
—¡Ese pan morado con forma de flor! ¡Es como magia!
Rimuru, vestido con el mismo delantal de siempre, atendía con una sonrisa relajada. A su lado, Diablo servía café con una elegancia que hacía que las madres de los estudiantes se sonrojaran. Y Souei, oculto entre los árboles del festival, vigilaba desde la sombra de un cerezo.
—Este ambiente es... refrescante —dijo Rimuru, viendo cómo los jóvenes reían, corrían y comían con alegría—. No hay guerras, ni conspiraciones, ni enemigos multidimensionales. Solo... juventud.
—Aunque no todos están desprevenidos —advirtió Souei por el comunicador mental—. El club de ocultismo ha enviado una representante a observar. Akeno Himejima, segundo al mando. Y Sona Shitori está en un balcón, viéndonos directamente desde hace veinte minutos.
—¿Reacciones?
—Curiosidad. Precaución. Y en Akeno... una pizca de picardía.
Rimuru rió por lo bajo.
—No me sorprende. Este mundo tiene sus propias capas, igual que el nuestro. Pero aún no es el momento. Hoy... somos solo panaderos.
**
Cuando cayó la tarde, la Panadería Tempest había agotado todo su stock. Los rumores se habían disparado:
"Ese panecillo tenía forma de estrella y sabía a cereza... pero ¡¡no tenía cereza!!"
"Sentí que mi resfriado se curaba con una mordida..."
"¡Mi novia me perdonó solo porque le regalé uno!"
Pero lo que realmente llamó la atención fue la atmósfera del puesto.
Era como si el tiempo se volviera más suave al acercarse. Como si todo el estrés de la vida desapareciera por un momento.
Y entre quienes lo notaron, Rias Gremory, desde las sombras del edificio del club de ocultismo, observaba en silencio.
—Interesante... —susurró, con una copa de té entre las manos—. Ese chico... no es normal.
Pero Rimuru no se detuvo a pensar en eso. Mientras el sol comenzaba a ponerse, y el festival llegaba a su fin, simplemente estiró los brazos y suspiró.
—Buen trabajo, chicos.
—¿Entonces mañana descansamos? —preguntó Diablo.
—¿Descansar? ¡No! ¡Mañana toca abrir temprano! Aposté con un niño que haría pan en forma de dragón.
Diablo y Souei intercambiaron miradas silenciosas.
Rimuru... estaba disfrutando esto de verdad.
Y el mundo aún no sabía quién era realmente el panadero que horneaba como un dios.
Pero no tardaría en averiguarlo.