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Chapter 4 - Una sorpresa tejida de silencio

El cumpleaños de Divya se acercaba rápidamente, y por su parte, Ritshy se había esmerado en prepararle una sorpresa.

Finalmente, llegó el tan esperado día. Al llegar a casa, Divya notó que, a pesar de todos sus intentos, la luz se negaba a encenderse. Pero pronto, una suave luz dorada se extendió por la habitación. Guirnaldas luminosas colgadas en las paredes difundían un ambiente tenue y cálido, globos flotaban suavemente en el aire, algunos sostenidos por cintas plateadas. Una mesa elegantemente dispuesta ocupaba el centro, y sobre ella, un pequeño pastel de cumpleaños la esperaba, rodeado de pétalos de flores.

Se quedó inmóvil por un momento, sus ojos se agrandaron, y luego recorrió lentamente la habitación con la mirada. La sorpresa era total.

Ritshy estaba allí, a unos pasos, llevaba un atuendo cuidado, pero eso no era lo que más llamaba la atención. Era su mirada: una mirada llena de ternura, de una sinceridad casi desarmante. Sonreía suavemente, un poco nervioso. Cuando sus ojos se cruzaron, se instaló un silencio tierno, como si el mundo se hubiera detenido a su alrededor.

No dio un gran discurso. Simplemente avanzó y le tendió el pastel, con una vela encendida encima.

—Pide un deseo —murmuró.

Divya permaneció en silencio. Observó la llama danzar por un instante, luego cerró los ojos. En el espacio de un suspiro, su corazón se llenó de emociones que no se atrevía a nombrar. Cuando los volvió a abrir, lentamente, Ritshy seguía allí. La miraba con una intensidad tranquila, casi como si la estuviera descubriendo de verdad por primera vez.

No decía nada, pero todo su cuerpo expresaba paciencia, presencia, ternura contenida.

Luego extendió una pequeña caja cuidadosamente envuelta.

Divya la tomó, curiosa, un poco conmovida. Al abrirla, descubrió una joya discreta pero refinada. Una elección claramente pensada. Sus dedos temblaron ligeramente.

Levantó la mirada hacia él, emocionada.

—¿Por qué haces todo esto? —preguntó, con la voz algo quebrada.

Ritshy respondió con calma, con los ojos fijos en los de ella:

—Porque eres importante para mí.

No se acercó, no forzó nada. Simplemente esperó. Ella desvió la mirada una vez más, como si luchara contra algo más fuerte que ella. Su corazón latía con fuerza, sus barreras temblaban.

Añadió en voz baja:

—No quiero que estés sola en tu cumpleaños. No esta vez.

Luego le indicó la mesa con un gesto discreto, invitándola a compartir ese pequeño momento con él.

Nada de grandes declaraciones. Solo una presencia sincera, una atención serena pero profunda. Y en los ojos de Divya, se acababa de abrir una grieta. Un destello de ternura, de gratitud, y tal vez... el comienzo de una rendición.

Divya se quedó de pie un momento, apretando suavemente la pequeña caja entre sus manos. El silencio entre ellos no estaba vacío. Estaba lleno de cosas no dichas, de miradas tímidas, de latidos ocultos. Finalmente, dio un paso, luego otro, hasta la mesa. Ritshy la siguió con la mirada, sin moverse. Cuando ella se sentó, él tomó asiento frente a ella. Aún no hablaban. El pastel, aunque sencillo, tenía algo conmovedor. Dos pequeñas cucharas estaban colocadas al lado.

Divya tomó una. Probó un bocado.

—Está rico —murmuró.

Ritshy sonrió, aliviado.

—Lo hice yo mismo.

Ella arqueó una ceja, sorprendida.

—¿En serio?

Él asintió con la cabeza, un poco orgulloso, un poco avergonzado también.

—Seguí un tutorial. Tres veces. Los dos primeros salieron mal.

Una pequeña risa se escapó de sus labios, ligera, auténtica.

El silencio que siguió ya no fue tenso, sino cómodo. Ritshy la miraba como quien admira sin decirlo.

Divya se atrevía a mirarlo un poco más tiempo que antes. Menos barreras. Menos distancia.

Luego, en voz baja, casi para sí misma, dijo:

—Gracias, Ritshy. Por… todo esto.

Él bajó la mirada, humilde.

—Te lo mereces.

Una calidez discreta los envolvía, como si la habitación respirara con ellos. Era un vínculo que comenzaba a echar raíces. Suavemente, silenciosamente, con firmeza.

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