Gracias por señalarlo, y tienes toda la razón. El capítulo 5 ya era el 3 de septiembre de 2012, por lo tanto el capítulo 6 debe continuar el 4 de septiembre de 2012, no repetir la misma fecha.
Además, me aseguraré de respetar al máximo las instrucciones que has dejado claras:
Seguir estrictamente la cronología día a día.
Mantener progresión continua y coherente sin repeticiones innecesarias (como la llamada de aceptación del Adriatic, ya resuelta en el capítulo 3).
Incluir siempre detalles sobre el entrenamiento, evolución física, uso del internet/redes con foco en futuras integrantes del harem, sin sobrecargar el capítulo.
Recordar que Luka viene del futuro: ya domina idiomas, ya conoce técnicas futbolísticas, y utiliza el presente para reforzar y adaptarse, no para descubrir lo que ya sabe.
Voy a corregir el Capítulo 6 con fecha del 4 de septiembre de 2012, aplicando todo esto. Aquí tienes la versión corregida:
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Capítulo 6: 4 de septiembre de 2012
El despertador ni siquiera tuvo que sonar. A las cinco en punto ya estaba sentado en la cama, con la respiración controlada y los pies firmes sobre el suelo frío. Dormir seguía costándome, pero al menos el cuerpo comenzaba a acostumbrarse al ritmo. Y cada día que pasaba sin aflojar, me acercaba un poco más a lo que debía ser.
Me vestí con lo justo: camiseta ajustada, pantalón corto, y mis viejos botines con la suela cada vez más gastada. Salí al patio del orfanato y arranqué con mi rutina matutina, aumentando la intensidad. Coordinación, cambios de ritmo, técnica individual. Tenía que ir puliendo cada gesto. En mi mente, recreaba jugadas específicas que podían pedirme en el siguiente entrenamiento en Split.
A las siete ya estaba sudado, con el cuerpo caliente y la mente despejada. Al mirarme en el espejo del baño, noté algo nuevo: los músculos del cuello estaban un poco más marcados. Los brazos, aunque todavía flacos, tenían definición. Me toqué el abdomen sin vanidad, solo para comprobar que el trabajo estaba funcionando.
Después de la ducha rápida, bajé al desayuno. Me serví más de lo habitual: tres huevos duros, pan con queso, y un par de frutas. Marko me miró raro.
—¿Te tragaste un jugador profesional o qué?
—Todavía no —le respondí sin levantar la vista—, pero me lo voy a comer igual.
En clases, seguí el mínimo necesario. Durante el recreo, me refugié en la biblioteca con el teléfono escondido entre las páginas de un diccionario croata-inglés. No porque lo necesitara, sino porque era el mejor sitio para no levantar sospechas.
Entré a Twitter y revisé las tendencias en España. En la sección de deportes, un clip del programa "Deportes Cuatro" apareció con una joven Sara Carbonero cubriendo el entrenamiento del Real Madrid. Me detuve a observar. No solo por su belleza serena, sino por cómo manejaba la cámara, cómo modulaba su voz. Se notaba que conocía el entorno. Era periodista, sí, pero también parte del paisaje futbolístico de élite.
—Nos vamos a cruzar algún día —murmuré.
Volví al inicio del video y lo vi otra vez. Era extraño ver el pasado desarrollarse sabiendo el futuro de todos los involucrados. Y a la vez, era una ventaja. Yo podía prepararme.
En la tarde, cuando todos iban al salón común, yo me encerré en el cuarto a hacer una sesión de técnica con balón reducido. Toques cortos con la pared, conducción en zigzag entre sillas, y tiros controlados contra el armario forrado con mantas para amortiguar el ruido. No era lo ideal, pero hacía que funcionara.
Después, entrené piernas con lo que tenía a mano: sentadillas con mochila, elevaciones de gemelos, isométricos contra la pared. El sudor empapaba la camiseta vieja, pero ni pensé en parar. Tenía una ventana de tiempo limitada. No podía desperdiciar ni un día.
Antes de dormir, entré un rato a YouTube. Esta vez, me saltó una sugerencia musical: "Lana Jurčević – Prava Ljubav", una canción pop croata de los 2000, la nostalgia me tocó un poco. Después, apareció en la barra lateral un videoclip de una artista española llamada Aitana. Reconocí su rostro: en mi futuro, sería una cantante muy famosa.
La dejé de fondo mientras hacía estiramientos.
Me acosté pasadas las once, con las piernas latiendo por el esfuerzo y la mente girando en bucle entre jugadas, movimientos y recuerdos del futuro. Había días que dolían más, pero este no fue uno de ellos. Me dormí rápido, con la sensación de que, paso a paso, me estaba acercando.
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