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Chapter 13 - Derrocar al Rey

Todo era oscuridad, la sensación de frío y soledad me abrumaban. En este espacio negro no podía moverme, oír, sentir u oler nada. Vagaba por el área de tinieblas flotando y girando sobre mí mismo una y otra vez. ¿De modo que así se siente estar muerto?

Era pacífico, pero a la vez lo más terrorífico que había experimentado en mucho tiempo. Sentía como todo lo que alguna vez tuve o logré en vida se esfumaba como polvo arrastrado por el viento. Parece que estaré en este sitio por mucho tiempo, toda la eternidad.

Hace 12 horas:

La luz empezaba a asomarse por el horizonte, pero no quería despertarme. No tenía ganas de levantarme. Se supone que hoy debía ir a la ubicación de Adavass, ayer estaba muy decidido a hacerlo. Sin embargo sentía como si un obeso estuviera sentándose en mi abdomen.

Estuve tirado en la hierba dos horas mirando al cielo, empecé a alucinar con las formas de las nubes. Tres formas se representaron en ellas: Ginette, Mugen y mi madre. Al costado, una última forma deslumbró el rostro de mi padre. Fue entonces cuando me determiné, "era hora de hacer pagar a ese infeliz".

Monté a Omen y me fijé en sus ojos. Esta vez mostraban un rojo amoratado. Cada vez que me daba cuenta, Omen tenía los ojos de distinto color. Tal vez tenga alguna enfermedad en la vista. Después de terminar con esto iré con un veterinario equino para revisárselos.

Cabalgué en dirección a Ny'alotha, la ciudad de Adavass. La urbe donde él observa todo lo que sucede con las familias que posee, o que antes poseía. El tipo no sale jamás de ahí, es un cobarde que se esconde del mundo y controla los hilos desde las sombras.

Pasé cinco horas dirigiéndome hacia mi destino notando algunas situaciones extrañas:

Había mucho movimiento militar: soldados y caballos se desplazaban en carruajes por los caminos. Además había muchos civiles que se retiraban de la dirección de Ny'alotha. Algo estaba ocurriendo.

Me acerqué a un carruaje con personas y pedí un informe de la situación.

-Te voy a dar un consejo, aléjate de la ciudad forastero. No vale la pena el riesgo -me aconsejó el conductor de la carroza-.

Después de decir estas palabras siguió su sendero. ¿Qué se supone que significaba eso?

Me infiltré en la urbe y me di cuenta de que la gente parecía muy preocupada, todos murmuraban y bochincheaban sobre algo. No tenía ni idea de lo que estaban hablando.

Lo que más captó mi atención fue la presencia de un vehículo que llevaba encima un objeto gigante tapado con una manta, unos reclutas estaban empujando la carreta.

-¿Qué está pasando? La gente fugándose de la ciudad y susurrando, fuerzas militares movilizándose y este artefacto de enormes proporciones. Necesito un informe de la situación, no puedo atacar a Adavass sin conocer el entorno.

Activé mi modo recopilación de información y me encontré con dos personas del ejército de Adavass conversando.

-Oye, ¿crees que saldrá bien? Esto será lo más peligroso que haremos -dijo un soldado-.

-Tranquilo, ganaremos, ya sabes que Adavass tiene "eso" como su arma secreta, ni siquiera la magia puede derrotarlo.

¿Acaso se referían a esa cosa gigante que estaban transportando?, ¿qué podría ser tan poderoso como para que la magia no pueda hacerle frente?

-Pero el reino ya descubrió nuestros planes, ¿por qué crees que han destruido nuestras ciudades principales una por una? En cualquier momento podrían atacar esta urbe -exclamó uno de los militares nervioso-.

-Tal vez el rey destruyó a los Bartolomeos y Minks, pero aún si conoce nuestros planes no podrán con lo que se avecina, ¡ADAVASS SERÁ EL NUEVO GOBERNANTE SUPREMO EN POCO TIEMPO!

Fue entonces que recordé el diario de Thorin. En él decía que Adavass planeaba concretar un golpe de estado para derrocar al rey.

-¡JAJAJAJAJAJA! -me reí lo más fuerte que pude-.

No pude contener la risa al atar los cabos. ¿Eso es lo que planeó por más de diez años, la creación de un arma? ¿Qué tan imbécil puede ser alguien? Todos sabemos que el rey tiene al ejército de magos y espadachines más poderosos de la nación. Él será destruido en cuestión de segundos si lo desafía.

- ¡¿Quién anda ahí?! -cuestionaron ambos guerreros al mismo tiempo-.

Antes de que se dieran siquiera cuenta, me coloqué detrás de ellos y los atravesé con mi espada matándolos al instante.

Ya me había enterado de lo que estaba pasando, al parecer contemplan que es el rey el que destruyó a los Bartolomeos y Minks.

Corrí por los tejados mientras carcajeaba aún más fuerte. Me había preocupado por nada, no importa que tan fuerte sea ese "artilugio secreto" no podrá hacer nada contra mí o contra el reino.

Empecé a buscar el lugar donde se refugiaba Adavass caminando por los techos, cuando súbitamente escuché un gran estallido. Miré en la dirección de donde provenía el sonido, era una gran onda explosiva.

Un viento que parecía torbellino junto a un pequeño temblor no tardó en llegar a la ciudadela y a los alrededores, sembrando el caos.

No detecté ningún poder mágico que causara tal explosión, pero esa detonación era más poderosa que cualquier hechizo que haya visto.

Me quedé impactado con los ojos bien abiertos viendo aquel espectáculo de destrucción mientras un sudor frío empezó a recorrer mi cuerpo.

-¡¿Qué rayos fue eso?! Acaso, ¡¿esa es el arma secreta?! -pensé intranquilo-.

Ese desparramo no lo puede generar ningún mago ni con el hechizo más poderoso. "Tal vez Adavass no está jugando", de verdad intentará derrocar al reino con esa cosa. Si no lo mato ahora, estaré obligado a seguir y hacer todo lo que él quiera y ya no habrá manera de derrotarlo.

Después de reflexionar me puse serio y a máxima velocidad empecé a buscar el sitio donde se encontraba Adavass. Era obvio que el ataque al rey sería pronto. Necesitaba localizarlo de inmediato.

Monté a Omen para cabalgar velozmente por las calles hasta divisar un castillo gigante, estaba seguro, era ahí donde se escondía.

Ya era de noche, no me había dado cuenta de que se había puesto el sol, pero la oscuridad me beneficiaba, podía entrar silenciosamente y liquidar a Adavass eficazmente.

Entré a la mansión, revisando cada habitación minuciosamente. En todos los cuartos estaba ese mismo artilugio tapado con una manta, pero con menor volumen. Tenía uno para cada recámara.

Llegué al último piso y a la última estancia evitando a todas las personas reunidas en la mansión. Pateé la puerta rompiendo la cerradura para encontrarme a alguien mirando por la ventana al horizonte con las manos en su espalda.

-Me preguntaba cuando aparecerías -me dijo sin dejar de mirar por el ventanal-.

-¿Así que me esperabas? -respondí poniéndome en posición de pelea-. Él era Adavass, tenía una fuerte esencia mística.

-Sí, te estaba esperando. Mis dos familias fueron destruidas por el mismo "modus operandi". Alguien se infiltraba en las ciudades y las destruía desde adentro, por lo que fue fácil deducir que el rey envió a un agente especial para ejecutar tal plan. Ese espía eres tú.

Fue en ese momento que decidió voltearse y enseñar su rostro. Se conmocionó un poco al observar mi aspecto, pero se recompuso en unos segundos.

-Ya veo, supongo que "de tal palo tal, astilla". ¿No es cierto, hijo de Rafael: Caleb? No esperaba que Rafael me siguiera dando problemas hasta este punto, él también fue un mago especializado del reino. Parece que tendré que acabar contigo como hice con él.

¡¿Mi padre era un encubierto del rey?!

-Te seré sincero, veo que no soy capaz de vencerte... pero "eso" sí que puede -exclamó Adavass con una sonrisa maquiavélica-.

Rápidamente corrió hacia el arma secreta de su habitación y quitó la manta para revelar una especie de tubo metálico gigante que jamás había visto. Apuntó en mi dirección y accionó un "botón mágico" con su mano.

Un proyectil de acero salió disparado en mi dirección, apenas pude esquivarlo con "corriente de aire". Las paredes del castillo fueron atravesadas por la bala dejando un hueco gigante hacia el exterior. Si me hubiera impactado estaría muerto.

El hechizo de "armadura de fuego" no puede evaporar ese metal antes de que me impacte, es demasiado rápido.

-¡Oh!, ¡estoy impresionado, lograste evitarlo! Tienes suerte de que desactivé los explosivos de los proyectiles de todos los "cañones". No es plan destruir mi propia ciudad.

Estaba estremecido, ese objeto llamado "cañón" era demasiado poderoso. Ahora estaba seguro: esa arma puede acabar con el ejército del reino si utiliza su máximo poder. Esto no es ningún juego, con ese instrumento podría controlar el mundo entero si quisiese.

Velozmente me acerqué a él para tajarlo, pero sorteó mi corte con facilidad. Seguidamente me atacó con una patada en el pecho que me mandó a volar atravesando la pared de concreto hacia el pasillo. No solo tenía en su poder el "cañón", además era bastante ágil y fuerte físicamente.

Lo subestimé, es más fuerte que Thorin y que cualquier persona que haya conocido. Utiliza un "botón mágico" que él mismo genera para accionar el "cañón" más cercano a su posición. Él es el único que puede activar su propia arma, es bastante astuto.

Si este combate se extiende mucho, estaré enterrado bajo tierra.

Utilicé "corriente de aire" para acercarme lo más rápido que pude y cortarlo con mi Etherius, pero él lo eludió y me impactó en la cara con su puño, precipitadamente me agarré a su brazo para mantener la posición y seguidamente lo pateé con todas mis fuerzas propulsándolo afuera de su castillo hacia el patio. Era un área más abierta, podría esquivar mejor sus proyectiles en ese lugar.

-No está nada mal, con razón Thorin y Palpatine no pudieron contigo -me exclamó barriendo el polvo de su traje-.

Se dirigió hacia el "cañón" más cercano en su patio y apuntó para dispararme varias balas que evité con mucho esfuerzo. No paraba de tirotearme, ¿acaso tenía munición infinita?

Estuve varios minutos evadiendo sus proyectiles, no podía acercarme más porque no sería capaz de sortear sus ataques a una distancia más corta.

-¡Estás perdido chico, tus movimientos son cada vez más lentos! ¡Te agotarás y morirás de una vez por todas! -vociferó Adavass riéndose a carcajadas-.

-Tch... no creas que eres el único que tiene proyectiles -pensé enojado-.

Cargué poder mágico y le tiré una "lluvia ígnea" encima; sorprendido, Adavass escaqueó las llamas lo mejor que pudo, sin embargo no pudo evitar la quemadura en una de sus piernas y cayó al suelo.

Él se quejaba angustiado por el dolor mientras yo me acercaba lentamente con mi espada para rematarlo. Por fin iba a terminar con el ciclo. Todo acabará ahora.

-Parece que no eres tan fuerte como creías -le dije burlonamente mientras le apuntaba con mi Etherius a su cabeza-.

Justo cuando estaba a punto de cortarlo, un soldado se agarró a mi espalda e intentó asesinarme con un cuchillo, me lo zafé de encima para darme cuenta que había más de treinta personas detrás de mí que se abalanzaron al mismo tiempo para acabar conmigo.

Esquivé todas sus tajadas y corté eficazmente acabando con algunos de los combatientes, pero eran demasiados.

En ese momento apareció un recluta arrastrando a Omen de las riendas:

-¡No te muevas, si lo haces el caballo muere!

Me distraje por un momento y cuando reaccioné, me di cuenta que Adavass ya no se encontraba tirado en el piso. Lo busqué con la mirada rápidamente para percatarme que estaba apuntándome a mí y a sus soldados con su "cañón".

-¡Maldición! -pensé agitado sabiendo lo que ocurriría-.

Disparó su proyectil sin importarle sus propios aliados que estaban peleando conmigo, impactándome a mí y a sus camaradas con una fuerza descomunal.

Fue un dolor agudo en todo mi cuerpo, estaba seguro de que se habían roto muchos de mis huesos en ese mismo instante, salí volando fuera de Ny'alotha en dirección desconocida mientras dejaba de percibir mi corporalidad y todo se volvía negro en un instante.

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