Un día, mientras pintaba un amanecer en el bosque, una joven apareció de la nada. Tenía una larga cabellera negra como el ala de un cuervo y ojos de un azul profundo. Se presentó como Ana. Ella también buscaba refugio en la naturaleza, lejos de los problemas del mundo. Lucas, intrigado por su presencia, no tardó en invitarla a ver su arte.
A lo largo de los días, Lucas y Ana se encontraban en el bosque, compartiendo historias y risas mientras él le mostraba sus pinturas. Ana se convirtió en su musa, y pronto, sus obras brillaron con más intensidad que nunca. Lucas estaba enamorado, no solo de la naturaleza, sino también de la chica que había entrado en su vida como un rayo de sol.