Dentro de una casa con la apariencia de haber pertenecido a una anciana—platos colgados en las paredes, tapizados de lana cubriendo los sillones y un papel tapiz amarillo a rayas—, en una habitación, Judith yacía desnuda sobre su cama. Su lana alborotada, su cuerpo cubierto de fluidos dispersos sin orden. Jadeaba con dificultad, sus mejillas encendidas.
A su lado, un humano fumaba un cigarro. Normalmente, jamás permitiría que alguien fumara dentro de su casa, pero ahora mismo, ese pensamiento apenas cruzaba por su mente. Su cabeza estaba demasiado confusa, demasiado nublada. No recordaba bien cómo había llegado allí. Solo imágenes difusas le venían a la mente: momentos en aquella mansión, sexo forzado que se mezclaba con recuerdos borrosos… luego, sexo voluntario en su propia casa.
Su cuerpo temblaba. Su mente luchaba por darle sentido a lo que había pasado. ¿Qué era esto? ¿Cómo había llegado a esto? Todo se sentía tan ajeno, tan desconocido… y lo que más la aterraba era la pregunta que rondaba en su cabeza: ¿Esto es lo que sentían todos los demás? ¿Sigo siendo asexual luego de esto? ¿Podría seguir siendolo en el futuro?
El humano sonreía, y esa sonrisa la incomodaba de una forma diferente a antes. Quería decir algo, pero antes de que pudiera articular palabra, él se inclinó sobre ella. Su toque volvió a encender las sensaciones adictivas que aún latían en su piel. Por un instante, intenté resistirse, pero la resistencia se desmoronó en segundos. Se dejó dejo a su merced. Lo dejé tomar el control.
-Un par de horas después-
Riuz: "Tu estilo estético es peculiar". —Comentó mientras observaba la decoración de la casa.
Judith: "Era de mi abuela… la heredé hace un tiempo y la he dejado casi tal cual estaba cuando la adquirí". —Respondió con nerviosismo, cubriéndose con la sábana. Su postura, su tono, todo en ella reflejaba la vergüenza de una adolescente en su primer encuentro amoroso.
Riuz no pareció inmutarse ante su actitud. Con naturalidad, deslizó un brazo detrás de ella, abrazándola y sujetando uno de sus pechos con la otra mano.
Judith: "¡Eeep!" —soltó un pequeño grito de sorpresa ante el contacto arrepentido, pero su cuerpo ya estaba demasiado sometido a la sensación como para resistirse. Solo se encogió, mostrándose aún más avergonzada y sumisa.
Riuz le dio un suave chupetón en el pezón antes de levantarse de la cama. Se vistió con calma, sin apuro. Judith lo observaba en silencio, su mente revuelta con sentimientos contradictorios. Aquella persona… él abusó de ella. Y aun así, algo en su interior se negaba a verlo marchar. ¿Por qué?
Cuando Riuz estuvo casi listo, ella se reunió el valor para hablar.
Judith: "Nosotros… ¿qué pasó?" —Las palabras apenas lograron salir. Su mente estaba llena de preguntas, pero eso fue lo único que pudo articular.
Riuz: "Puedes venir mañana a mi mansión para otra dosis de amor". —Sonrió, moviendo sutilmente las caderas. "Tu frialdad le da un toque especial al sexo."
Judith: "Yo… ¿por qué pasa esto? Yo no…"
No encontré respuestas. Solo más confusión. Judith siempre había pensado que no le interesaban estas cosas. El sexo, el romance... nunca había sido parte de sus deseos. Pero ahora… ¿quién era realmente?
Riuz: "Bien, hagámoslo corto". —Dijo mientras miraba su reloj—. "Ahora eres mi putita, Judith, y eso no va a cambiar. Vas a venir a mi casa algunos días a la semana para follar y, tarde o temprano, decidirás mudarte conmigo y te unirás oficialmente a mi familia".
Judith: "Yo… no quiero hacer eso…" —Su voz sonó insegura, como si ni siquiera ella creyera en sus propias palabras—. "¿Por qué lo haría? Esto solo fue... un trato de negocios. No estoy interesada en ti... ni en el sexo."
Lo dijo tratando de convencerse a sí misma, pero la duda latía en su pecho.
Riuz sonriendo con autosuficiencia y se acercó a ella. Antes de que pudiera reaccionar, deslizó una mano debajo de la sábana y la introdujo repentinamente en su coño. Judith se tensó, sintiendo su cuerpo reaccionar involuntariamente. Sus ojos se abrieron con sorpresa, clavándose en su atacante.
Riuz: "¿Realmente crees en lo que dices?" —Su voz era suave, casi hipnótica—. "Cunado te dije que te volviste mi putita, lo decía en serio. Te follé hasta romperte… y ahora nunca volverás a sentirte completa sin mí. Créeme, lo he visto antes. Conozco a muchas como tú."
Se inclinó más cerca, murmurando contra su oído:
Riuz: "Aunque intentaras alejarte, aunque decidiéramos no volver a tocarnos… en el fondo, sabrías que me necesitas. Incluso si iniciamos una relación sin sexo sería suficiente para satisfacer tu espíritu, pero si supieras que estoy ahí afuera, pero no pudieras alcanzarme… te volverías loca. Así que mejor acepta la realidad: tarde o temprano, volverás a mí... aunque sea sin sexo, pero viendo como reaccionaste antes, no creó que estés de acuerdo con el celibato por mucho tiempo.
Judith: "¡Pero yo no quiero esto!" —exclamó, desesperada. Su mente estaba en caos. Se suponía que ella era diferente. Siempre había sido diferente—. "Soy asexual... Nunca me interesó el sexo. Nunca me excité como las demás chicas... Y si alguna vez tuve un orgasmo, no fue la gran cosa como para querer repetirlo". Se abrazó a sí misma, sintiendo su propio cuerpo temblar. "Entonces… ¿por qué…?"
Riuz: "Simple, cura tu asexualidad a vergazos, dándote el sexo que solo yo en este mundo pude ofrecerte."
Judith: "¿En serio...?" —preguntó, con la mirada perdida.
Riuz: "¿Las dudas?"
Sacó su mano de su interior y la levantó frente a ella, los dedos húmedos brillando a la luz.
Riuz: "Te rompí, Judith. Forcé tu cuerpo a buscar el placer sexual hasta la dependencia, sin importar tu voluntad ni tus problemas físicos y emocionales. Haberte hecho probar el sexo en tu condición es un acto de perdición, especialmente ejecutado por alguien como yo. Y cuando hablo de adicción, lo digo en serio. Tú, que nunca quisiste el sexo, ahora lorás deseas desesperadamente, y si lo intentas... te darás cuenta de que solo yo puedo satisfacerte. En esencia, ya eres mía. Ríndete a mí y te ahorrará mucho dolor."
Judith guardó silencio. Buscó respuestas en su propia mente, intentó encontrar una forma de rebatir sus palabras… pero no podía. Ella era una persona racional, siempre lo había sido. Y, sin embargo, su razón no le ofrece una salida.
Ella misma sintió la traición de su cuerpo. Su coño, antes frío y seco, ahora se empapaba sin cesar, con contracciones ávidas de más, una sensación completamente ajena. Sus pezones se erizaban, y un cosquilleo insistente en su vientre la instaba a seguir, ignorando el dolor punzante de cada músculo agotado por el esfuerzo anterior.
Judith: "Entonces… nosotros… ¿qué somos?"
Su antigua conciencia se rebelaba ante la idea de estar a merced del hombre que la observaba, pero no hallaba argumentos para sostener esa resistencia. Con un esfuerzo, apartó esa lucha interna y se dedicó a buscar la solución más apropiada. Si su arraigada repulsión hacia el sexo y el romance iba a ceder, necesitaba prepararse para ese cambio.
Riuz: "Es sencillo". —Sonrió con suficiencia—. "Yo soy tu hombre, tú eres mi mujer. Nos amamos cuando queremos y nos follamos cuando se nos antoja. Si quieres, puedo conseguirte unas vacaciones para que tengamos una mini luna de miel donde prefieras."
Judith lo miró fijamente. Una idea cruzó por su mente.
Judith: "¿Entonces… vas a dejar a las demás mujeres?" —preguntó, con una chispa de satisfacción en la voz.
Sabía quién era Riuz, sabía sobre los humanos, de su reputación y de cómo vivía. Si él realmente planeaba establecerse con ella, abandonar su vida de libertinaje y su tradición poligámica, entonces quizás… quizás las cosas no serían tan malas, podría aceptarlo.
No había pensado en tener hijos, pero por primera vez se permitió dudar. ¿Sería este el momento de considerar esa posibilidad? Tal vez no ahora, pero en unos años…
Pero la respuesta de Riuz la sacó abruptamente de sus pensamientos.
Riuz: "Oh, no, no. Eso no va a cambiar". —La miró con una sonrisa burlona—. "Te querré como a los demás, pero serás una más. No voy a abandonar a ninguna por otra."
Judith frunció el ceño.
Sí, estaba afectada por lo que había sucedido. Sí, su visión del sexo y las relaciones podían haber cambiado. Pero su mente aún era suya, y en su lógica seguía habiendo algo inquebrantable.
La idea de una pareja nunca la había aceptado, pero si ahora era inevitable, no planeaba compartirla. Su perspectiva inusual sobre el sexo, moldeada por su condición, no la cegaba a la posibilidad de que Riuz, su pareja, buscara otros encuentros... aunque esa suposición comenzaba a desdibujarse. Lo que realmente la atormentaba era la perspectiva de no ser la principal, de ser relegada a un simple 'una más', la etiqueta que él había usado.
Riuz la miró con una expresión calculadora. Conocía bien el tipo de pensamiento que pasaba por la mente de Judith. A lo largo de su vida en este mundo, había conocido, salido y hasta moldeado a mujeres como ella. Tenía experiencia.
Riuz: "Puedes enfurruñarte y enojarte todo lo que quieras, pero eso no cambiará nada. Puedes unirte y ser feliz como una más en mi gran familia, o puedes ir por tu cuenta, sufrir hasta que pienses en el suicidio y, al final, volver arrastrándote".
Judith sintió un escalofrío recorrerle la espalda. No le gustaban esas palabras, y menos aún la seguridad con la que las decían. Pero no pensaba rendirse ante su visión de las cosas.
Si su marido quería sexo, que lo buscara en otra parte cuando ella no estuviera disponible. Pero su posición como esposa debía ser firme. Si él no iba a tratarla como su verdadera compañera, entonces, por más que le doliera ahora, lo mejor era dejar esto atrás. Convertirlo en un recuerdo pasajero, quizás excitante, pero sin futuro.
Al menos, eso era lo que pensaba. Pero no sería tan fácil.
Riuz: "Créeme o no, ya veremos qué pasa después". —Dijo mientras terminaba de acomodar su ropa—. "Pero ahora necesito irme. Otra chica me está esperando afuera".
Remarcó intencionalmente las palabras otra chica , dejando en claro que no tenía intenciones de cambiar.
Riuz: "Por cierto, mantenme informado sobre tu trabajo en el teatro Moon y sobre Buster, su situación financiera y demás. Tengo una informante dentro, pero tu ayuda también vendría bien. Incluso si no lo haces por voluntad propia, hazlo por tu trabajo. Si es necesario, hablaré con tus jefes para que te lo ordenen".
Sin añadir más, le lanzó un beso seductor desde la distancia antes de salir de la habitación y luego de la casa.
Afuera, lo esperaba un auto de gama media, bastante nuevo, que él mismo había comprado para un puercoespín que lo aguardaba ansiosa. Riuz ya había cambiado su apariencia antes de cruzar la puerta. Al llegar con Becky, le regaló un largo y profundo beso antes de subir al auto.
El plan del día era sencillo: un hotel en la playa, relajarse y follar hasta el cansancio.
Becky ya había caído completamente en sus manos. De hecho, conocía su verdadera identidad, pero cuando estaban juntos en público, aún lo encubrían.
Para este punto, su relación era lo suficientemente cercana como para que Riuz le asignara tareas. Como acercarse a Lance.
Al principio, Becky se había mostrado reticente cuando Riuz le insinuó que se acercara a otro hombre con intenciones de seducirlo. Pensó que se trataba de uno de sus fetiches extraños. Pero luego entendió la verdad.
Todo esto era parte de un plan. Un camino para llegar a otra persona. Otro puercoespín.
Y Becky, ya demasiado pegada a Riuz, terminó aceptándolo sin demasiada resistencia.
...
El Teatro Luna . Un nombre que en el pasado tuvo cierto peso en esta ciudad. Bueno… tal vez nunca fue un gran teatro, pero al menos logró destacar en su momento.
Ahora, en cambio, estaba en decadencia. Su estructura envejecida mostraba el desgaste del tiempo, con paredes agrietadas y luces parpadeantes que apenas se sostenían. No quedaba nada de su antigua gloria.
Desde el interior de un auto de vidrios oscuros, estacionado al otro lado de la calle, un humano observaba con paciencia. Sus ojos seguían a las pocas personas que entraban al teatro, asistentes de una obra que claramente no tenía éxito. Riuz no tenía interés en verla. Ya sabía cómo eran espectáculo esoss: mediocres en el mejor de los casos, soporíferos en el peor.
En realidad, el teatro pasaba por una mala racha. Malas decisiones, malos tiempos. Si lo que se veía en la película era cierto, Buster Moon al menos tenía un mínimo de talento. No mucho, pero algo. Claro que eso solo se demostraría más adelante.
Riuz siguió observando la entrada, haciendo cálculos mentales sobre cuál sería el momento adecuado para presentarse. Ya casi era la hora.
Tres días después de ese 'encunetro', Judith había aparecido en la mansión Zooblack. Traía la información que Riuz le había pedido sobre Buster, pero su visita no era solo por eso. Se notaba en su actitud, en la forma en que sus piernas temblaban y en su mirada inquieta.
Riuz no encontró nada extraño en ello. No le sorprendió cuando la conversación derivó en que Judith prácticamente sugiriera que tenían que acostarse por "trabajo".
La llama había tratado de resistirse, pero no pudo escapar de ese placer demoníaco. Lo extrañaba. Y ahora que tenía la oportunidad, no dudó en aprovecharla. Sin embargo, cada vez que se entregaba a Riuz, sentía que el abismo bajo sus pies se hacía más profundo.
Y lo peor de todo… era que empezaba a darse cuenta de ello.
Poco a poco, dejó de negarlo.
Pero dejando eso de lado, la información sobre Buster fue clara. Estaba sin fondos, recurriendo a cheques bancarios que sus empleados no podrían cobrar. Un claro signo de desesperación.
Eso era todo lo que Riuz necesitaba para empezar a moverse.
Le dio un poco más de "atención" a Judith, quien cada vez aceptaba más su rol en la familia. Luego, se preparó para el siguiente acto.
El espectáculo estaba por comenzar.
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